martes, 13 de marzo de 2012

Día a día

Para trabajar, cuando diariamente trabajo como trabajador en un trabajo que, no siendo muy trabajoso, cuesta trabajo trabajarlo, cojo el metro. Es el momento menos cansado—casi tres horas, ida y vuelta—, más gratificante,aunque siempre la misma, la gente que encuentro es distinta cada día, y más relajado: al ir, todavía no he llegado allí, y lo demoro; al volver, ya no estoy allá, y no lo rememoro.

Pero no me malinterpreten, me gusta mi trabajo, si no fuera por él, además de no madrugar, no descubriría estos instantes, esos momentos—cuán complejo y sencillo es el suburbano— que son el preludio y las postrimerías diarias de mi trabajo y que, por cierto, me permite no escuchar—a nadie—, no hablar—con nadie—.No decir ni escuchar, lo ya dicho, lo ya oído, una y otra vez innecesariamente.

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