miércoles, 21 de marzo de 2012

Están, ¡qué se salen!

… o ¡qué no entran! Siempre en el límite—entre dos reinos—, transitando del uno al otro: la apostasía, la selección de embriones, el aborto, la familia,…Nada escapa de su ámbito y para todo existe una interpretación.

La crítica clásica suele venir, más de un vez , por el lado de la ciencia. No es significativa; no tiene futuro—no la ciencia, sino la crítica—en breve volverán a delimitar dicho ámbito, dado que este avance no llega al conocimiento último de lo humano. Podrán intercalar hipótesis, como en ocasiones anteriores—sistema copernicano, teoría de evolución, etc. —, que permitan conciliar lo que conocemos empíricamente con la trascendencia.

Sin embargo, dieron un salto cualitativo, verdaderamente novedoso, radical con la respuesta dada por el Arzobispado de Madrid a María José— ¡Jesús!, en este caso:…el nombre no es arquetipo de la cosa…— ‘la apóstata’.(*)

Al vincular la partida de bautismo al hecho histórico—intrahistórico que diría don Miguel— de la administración del bautismo sustrayéndola toda significación religiosa, han equiparado, tal asiento, a la mera anotación de eventos en nuestro historia particular. Así pues, igual que nos diagnosticaron paperas o sarampión— o, en el mejor de los casos, fuimos vacunados— y ello fue reflejado en nuestro historial médico, nos bautizaron. Y ¿a quién se le ocurriría renunciar a sus paperas, a su sarampión o a sus vacunas? ¿Acaso la vacunación garantiza la inmunidad vitalicia?

Lo que no se entiende del todo bien es por qué en este asunto del bautismo, central para los cristianos, la documentación, el expediente se presenta como algo—hipotética, contingentemente— volátil, efímero, mientras que se pretende que la transmisión de la enseñanza religiosa quede fija y definitiva en el expediente académico del alumno.
____________________________________________________________________________
(*) Respuesta dada, ante la solicitud de apostasía de Maria Jesús, por el Arzobispado de Madrid en el año 2009.Recuperamos el texto por la expectativa que nos generan las últimas noticias sobre el bosón de Higgs; así como las hipotéticas manifestaciones de la Iglesia.

martes, 13 de marzo de 2012

Día a día

Para trabajar, cuando diariamente trabajo como trabajador en un trabajo que, no siendo muy trabajoso, cuesta trabajo trabajarlo, cojo el metro. Es el momento menos cansado—casi tres horas, ida y vuelta—, más gratificante,aunque siempre la misma, la gente que encuentro es distinta cada día, y más relajado: al ir, todavía no he llegado allí, y lo demoro; al volver, ya no estoy allá, y no lo rememoro.

Pero no me malinterpreten, me gusta mi trabajo, si no fuera por él, además de no madrugar, no descubriría estos instantes, esos momentos—cuán complejo y sencillo es el suburbano— que son el preludio y las postrimerías diarias de mi trabajo y que, por cierto, me permite no escuchar—a nadie—, no hablar—con nadie—.No decir ni escuchar, lo ya dicho, lo ya oído, una y otra vez innecesariamente.

sábado, 10 de marzo de 2012

La sonrisa

Hoy sí, hoy entro, no como el otro día, que deserté a menos de veinte metros. Además, voy a comprar un billete—un metrobus—, para ir documentado, sin problemas. Tengo monedas sueltas. Me gustan las monedas cuando están nuevas aunque no tanto como los billetes de cincuenta euros, incluso viejos.

Me acerco a la máquina (mi misantropía me aleja de la taquilla). Una moneda para dentro, otra,…, sólo faltan treinta céntimos. Última moneda: entra y sale. Otra vez, ahora con efecto, tampoco: entra y sale. La máquina se enfada; imperativa: ’Recoja su cambio’; devolución cual premio mayor de tragaperras—música para un reintegro: seis euros en monedas de cinco y diez céntimos.

Resignación. La taquillera se asombra, se interesa: ¿y eso?; cuenta, me pide lo que falta y me da mi billete. Mientras sonríe, se disculpa—¡estas máquinas!—y me saluda. Adiós, muy amable...y sin volverme murmuro: "Llegarán a pensar pero,…, ¿podrán sonreír?"

miércoles, 7 de marzo de 2012

Despistado

Algo cansado, al levantarme no tuve sensación de haber dormido suficiente. La ducha, inconsciente; afeitarme, temerariamente; el desayuno—sólo café solo—, sin ganas. Iba a salir de casa—ruido de una puerta—, espero. No me apetece saludar. Ya, ahora despacio. Camino del metro el aire me despeja, comienzo a sentirme bien. Voy callejeando cada vez más animado. Veo la boca del metro dos calles más allá, estoy llegando. Cambia el semáforo, sólo tengo que cruzar, inexplicablemente tomo la primera a la izquierda, sonrío, sueño, escapo. Siempre quise hacer esto un día: antes de llegar, perderme.