No sé cuando ha ocurrido, creo que esta mañana a primera hora, antes de
desayunar. Estaba impaciente, dormí poco, estuve toda lo noche escribiendo, con
una caligrafía excelente. Por fin he conseguido vislumbrar el e-book que
anhelo. Voy corriendo a buscarlo, antes del mediodía lo tengo.
En la primera librería no me entienden: si quiero un café, me invitan
encantados (en el bar de enfrente) pero me advierten que ellos no venden
electrodomésticos. En las siguientes escuchan con atención mis explicaciones,
mueven la cabeza y encogen los hombros. Incluso en una de ellas me recomiendan
dejar de leer, sobretodo si me empeño en ser tan caprichoso.
Estoy casi derrotado, debo estar loco, vuelvo a casa. He dormido mal, pero era tan real:
“El vagón de metro, medio lleno; más
mujeres—alguna, atractiva— que hombres, más lectura que bostezos. De su bolso
sacó una especie de agenda, parecía un cuaderno de esos de tapas de cuero o así
(como las moleskine), con no más de
cuatro o cinco páginas que pasaba, a su antojo, de atrás hacía delante y
a la inversa.
Me intrigó, me acerque. Era un
libro, estaba leyendo sobre un e-book. No podía creerlo era la primera vez que
este artilugio me llamaba la atención. Hasta ahora los ignoraba, los veía
inevitables pero insulsos. Éste, me gustó.
Las tapas, las páginas—pensé que de
grafeno o siliceno—maleables, permitían la lectura a doble cara, simulando un
libro abierto. Un momento después hizo ademán de subrayar o anotar algo con una
estilográfica; allí quedo algo registrado sin derramar gota de tinta alguna.
Al ver que la miraba me dijo: ¿qué
te parece? Y tiene diccionario y puedo anotar, mira...,como una libreta. ¡La deseé!”
¿Será un sueño?
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